Si hay algo que todos necesitamos en algún momento, en este mundo hiperconectado y que viaja a toda velocidad es darnos de vez en cuando una pausa y dejar a nuestro cerebro descansar.
Imagina un día normal de tu semana. ¿Qué es lo primero que haces al levantarte?
Probablemente encender el móvil y contestar a los mensajes que han llegado durante la noche, mirar el tiempo que va a hacer ese día, darle un vistazo rápido a los titulares de los periódicos y puede que incluso un breve repaso al Facebook/Instagram.
Y todo ello mientras desayunas, te duchas y te vistes a toda velocidad para prepararte para ir al trabajo o la universidad.
Y esta situación, que ya vemos completamente normal y que no nos supone hacer ningún esfuerzo especial, se sigue repitiendo a lo largo del día, hasta que llegamos a casa extenuados de recibir tanta información y seguir adelante con todas las tareas y obligaciones de nuestra vida.
Y no un respiro de un par de minutos, tomándote un kit kat como en el anuncio; sino un respiro de verdad.
A menudo no somos conscientes de lo agotados que estamos, tanto física como mentalmente, hasta que no lo vemos con perspectiva, ya sea mientras descansamos en una playa perdida, dando un paseo por la naturaleza o descubriendo una ciudad o una cultura desconocida.
¿Has tenido alguna vez un momento de agobio en el trabajo, en el que has tenido que estirarte como un chicle para llegar a alguna entrega importante, para luego descubrir que el cliente o el jefe que te estaba metiendo prisa ni siquiera se lo mira en varios días?
Cuando estamos inmersos en nuestra rutina, nuestro trabajo o las obligaciones del día a día, es fácil perderse entre las miles de cosas urgentes que reclaman nuestra atención y no pararnos a pensar en las cosas verdaderamente importantes.
Viajar es una forma sencilla de poner una barrera natural a todas esas cosas urgentes y no importantes y dejarlas fuera de nuestra vida durante un tiempo.
“Viajar es una brutalidad. Te obliga a confiar en extraños y a perder de vista todo lo que te resulta familiar y confortable de tus amigos y tu casa. Estás todo el tiempo en desequilibrio. Nada es tuyo excepto lo más esencial: el aire, las horas de descanso, los sueños, el mar, el cielo; todas aquellas cosas que tienden hacia lo eterno o hacia lo que imaginamos como tal”. Cesare Pavese
No hace falta alejarse miles de kilómetros de casa ni gastarse todos los ahorros para poder disfrutar de unos días de desconexión y recargar energías.
Basta con elegir un destino nuevo que te ilusione, o un destino que ya conozcas y que estés seguro que te permitirá estar relajado.
Y, una vez lejos de casa, acuérdate cada día de apagar el móvil durante un rato, dar un paseo escuchando la música que más te guste y aprovechar las horas para no hacer nada y descansar.
Verás como las obligaciones que dejaste atrás van perdiendo su importancia y solo importas tú y el momento que estás viviendo.
2 Comments
Desde luego,de vez en cuando siempre viene bien unos días de relax …
Y que lo digas 😉