Es de sobra conocido, que el principal objetivo de las vacaciones es descansar.
Descansar de la ajetreada vida que llevamos durante el resto del año o de la rutina que conocemos de sobra y que a veces se llega a hacer insoportable.
Si tienes la oportunidad, puedes optar por viajar a un destino nuevo y que te saque de tu zona de confort, donde el hecho de tener que esforzarte hasta para pedir la comida te ayude a desconectar completamente de la realidad que has dejado atrás.
Sin embargo, no necesitas recorrer medio mundo para encontrar lugares para descansar y recargar energías.
Basta con poner en práctica nuevos hábitos y descubrir lo extraordinario en lo ordinario.
Dicen que el estrés es el principal enemigo de nuestros tiempos y el responsable de desencadenar muchas de las enfermedades del mundo moderno.
Aunque no hay una definición universal de los factores que causan estrés, porque cada persona reacciona a los mismos estímulos de forma diferente, lo cierto es que muy pocas personas de nuestro mundo actual se salvan de padecer una relativa cantidad de estrés en sus vidas; independientemente de su edad, sexo, ocupación o estilo de vida.
Muchos tenemos en mente la idea de estrés encarnada en el típico ejecutivo que va a todas partes enganchado al móvil y sin tiempo para comer, dormir o disfrutar de la vida.
Sin embargo, un estudio que analizaba el grado de estrés que se generaba como respuesta a estímulos en diferentes grupos poblacionales, concluyó que las personas que más estrés padecen son las niñas entre los 7 y los 9 años de edad.
Aunque sus “problemas” puedan parecer minúsculos, son nuestra actitud y los recursos personales que tenemos en cada momento, los que nos acaban causando estrés o nos permiten actuar frente a los estímulos negativos con una respuesta positiva.
Y aunque el estrés sea el principal factor que nos ayude a crecer y a hacernos más fuertes y sabios (siempre y cuando se dé de forma controlada y no nos sobrepase), crear el hábito de saber desconectar, poner tus problemas en perspectiva y recargar fuerzas es fundamental para llevar una vida sana.
Uno de los principales motivos por los que las vacaciones son tan beneficiosas para el cuerpo y el alma, es que nos olvidamos de nuestra agenda y de la triste idea de que nuestro día consiste en ir al trabajo, salir para hacer algunos recados, llegar a casa extenuado y meternos en la cama para hacer lo mismo al día siguiente.
Aunque dediquemos algo de tiempo cada día a nosotros mismos, lo hacemos siempre pendientes del reloj e intentamos optimizar cada minuto.
Esto puede ayudarnos a distraernos, pero no nos ayuda en absoluto a liberar la mente y desconectar de nuestras obligaciones; algo que verdaderamente nos ayuda a desconectar del estrés y recargar energías.
Sin embargo, vas por buen camino si eres capaz de dedicar cada día un rato de tu agenda a ti mismo y olvidarte de las obligaciones que te esperan cuando llegues a casa.
En este post analizábamos todos los factores que tienen en común los lugares para descansar del estrés y la rutina.
Hoy te queremos dejar algunas ideas, para que le dés una oportunidad y nos cuentes los resultados.
Lo importante es estar rodeado de agua y no poder llevar demasiadas cosas contigo.
El sonido del agua moviéndose, el hecho de tumbarte en la arena o en el césped y poder mirar las nubes sin nada más que hacer, tiene un efecto que resulta del todo terapéutico.
En nuestro mundo de hoy es difícil resistir a la tentación de pasar cada minuto poniéndonos al día con el móvil o leyendo algún libro o revista. Sin embargo, intenta darte un chapuzón y pasar la siguiente media hora mirando hacia el cielo y viendo cómo las nubes van cambiando de forma.
Ya verás como notas que el tiempo se para y algo crece dentro de ti.
El horizonte de árboles desde el lago Schluchsee, en la selva negra alemana
Si tienes la suerte de tener algún parque grande cerca de casa, o de camino del trabajo a casa, aprovecha para dedicar algún día a pasear por él.
Puedes poner el móvil en modo avión y concertarte durante unos minutos en “vivir el momento presente”; una de las técnicas más empleadas en el mindfulness y que nos ayudan a relajar la mente y ganar concentración y enfoque.
No solo te servirá para liberar estrés, sino que la caminata por un entorno natural tendrá otros muchos beneficios para tu cuerpo.
He aprendido a caminar; desde entonces me dejo correr. Nietzsche en Así habló Zaratustra.
¿Qué tendrá mirar al infinito, que nos causa esta sensación tan positiva?
Si vives y trabajas en el centro de una ciudad, puede que sea difícil escaparte a caminar por algún monte o lugar elevado.
Pero si tienes la suerte de vivir en alguna ciudad montañosa, donde puedas sentarte a contemplar la puesta de sol mientras fijas la vista en el horizonte, notarás cómo el tiempo se paraliza y el estrés se aleja de tu vida sin que apenas te dés cuenta.
Por ejemplo, a mí me encantaba vivir en Friburgo y poder ir al salir del trabajo durante la primavera a mirar la puesta de sol desde el Kastaniengarten. Ver cómo la ciudad iba cambiando de colores, desde el pequeño monte mientras tomaba un café no tenía precio.
Vistas de Friburgo al atardecer desde el Schlossberg
¿Y si vives en algún núcleo urbano y no tienes esta oportunidad?
Pues seguro que conoces alguna cafetería en el piso más alto de un edificio elevado, donde puedes tomar un café y relajarte mirando el horizonte. La clave es encontrar un lugar que no tenga nada delante, y donde podamos fijar nuestra vista al infinito, para notar como nuestro interior «se expande».
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Seguro que tienes uno o varios de estos lugares para descansar cerca de casa y puedes escaparte algún día entre semana.
¿Te atreves a probarlo y comentarnos tu experiencia?