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Cuando el libro de El Alquimista llegó a mis manos hace unos cuantos años, una de las lecciones que más me gustaron y me sorprendieron fue la siguiente:
Cuando tenemos los grandes tesoros delante de nosotros, nunca los reconocemos.
El protagonista del libro, un pastor andaluz que viaja con sus ovejas buscando los mejores pastos, decide dejarlo todo por perseguir un sueño – literalmente; un sueño repetido que le indica que hay un tesoro escondido esperándole. No quiero arruinarte la lectura, porque el libro se lee de un tirón y tiene muchas lecciones que pueden serte útiles, pero después de muchas aventuras y de recorrer medio mundo, el pastor acaba teniendo que volver a casa para encontrar el tesoro que andaba buscando.
¿Alguna vez te has sentido así?, ¿que la respuesta a todas tus preguntas estaba bailando delante de ti, pero simplemente no eras capaz de verla?
Si te gusta viajar, puede que alguna vez hayas tenido alguna experiencia semejante.
Puede que empezaras un viaje con un objetivo concreto, pero acabara teniendo un efecto muy diferente al esperado y a la vez, más enriquecedor.
Buscando motivos para viajar
Existen muchas razones por las que las personas deciden emprender un viaje en su tiempo libre y es posible que entre tus motivos para viajar, no esté particularmente el de experimentar la alegría de llegar a casa una vez que el viaje haya finalizado; de hecho seguro que más bien se encuentran entre los siguientes:
- Descubrir nuevas gastronomías y costumbres locales del lugar al que viajas
- Desconectar de tu estrés diario y las rutinas que te ahogan
- Conocer nuevos monumentos, museos y callejear por nuevas ciudades y paseos
- Disfrutar de la playa, la montaña, la naturaleza o alguna de las actividades que se pueden hacer en estos sitios y que no se encuentran cerca de la ciudad en la que vives
Y aunque éstos sean los principales motivos por los que las personas viajan en su tiempo libre, lo cierto es que en cada viaje uno se lleva mucho más que todo lo anterior.
Porque es imposible viajar – y ojo, aquí me refiero a VIAJAR, a viajar de verdad, y no a dejarse llevar de un lado a otro como una maleta, sin llegar a aprender nada de los lugares que visitas – y no experimentar alguna de las siguientes ventajas:
- que tu mente se abra y se expanda, transformando lo completamente desconocido en un recuerdo positivo o negativo, pero que recuerdas con nitidez y el cariño especial de “otros tiempos”;
- que empieces a ver sin juzgar;
- que aprendas a comprender mejor a otras culturas y otros pueblos, que entiendas el porqué de sus costumbres y su contexto, hasta que no te parezcan extrañas y/o absurdas. A fin de cuentas, seguro que hay costumbres en tu región/país que sonarían completamente ridículas a un desconocido;
- que crezcas, te hagas más fuerte y seas capaz de desenvolverte con más soltura en cualquier lugar y con cualquier tipo de personas;
- que te sientas libre; libre de convecciones sociales y formas de comportarte, libre de tener que agradar a personas que ni siquiera te importan demasiado, sobre todo si viajas solo y a un lugar exótico.
El tesoro que esperas descubrir
Si tuviera que quedarme con uno solo de los beneficios e impactos que viajar ha traído a mi vida, sería el hecho de crecer viajando; de ser una persona diferente cada vez que vuelvo a casa tras haber visto y conocido tanto, y sobre todo, de ser capaz de volver a mirar las mismas cosas, pero verlas con otros ojos, con los ojos de alguien que ha aprendido algo nuevo y que ahora es capaz de ver más allá.
Porque como dijo el escritor chino Lin Yutang,
“Nadie se da cuenta de lo hermoso que es viajar hasta que vuelve a casa y descansa sobre su almohada vieja y conocida”.
2 Comments
Desde luego,a mi me gustaría viajar mas de lo que me puedo permitir,entre las responsabilidades y el trabajo …
Bueno, a veces es importante obligarse a romper con todo y tomarse un tiempo para si mismo. Nos ayuda ver las cosas con perspectiva!