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En cualquier viaje, visita o excursión, independientemente de si vas a Australia o a un pueblo vecino, hay una cosa que siempre puedes elegir y condicionar: tu actitud viajera.
En función a la actitud viajera que lleves, es probable que vivas una experiencia completamente diferente.
Nosotros lo descubrimos cuando fuimos a visitar el increíble recinto de los templos de Angkor.
El primer día aún estábamos algo desorientados y como queríamos aprovechar el tiempo al máximo y nos daba un poco de miedo perdernos, decidimos alquilar un tuk-tuk que nos llevara a los templos lejanos.
Después de algunas horas visitando diferentes templos, empezó a entrarnos hambre y le pedimos al conductor del tuk-tuk que nos llevara a comer a algún sitio “no demasiado turístico”. El conductor ignoró literalmente nuestra petición y nos llevó a lo que nos pareció el restaurante más turístico de todo Angkor. Los precios triplicaban a los de cualquier otro restaurante de Siem Reap y las instalaciones estaban acondicionadas al estilo occidental. Parecía que todos los turistas que nos habíamos ido cruzando a lo largo del día estaban ahí.
Al llegar y echar un vistazo al panorama, salimos del restaurante y le pedimos a nuestro conductor que nos llevara a algún lado menos masificado. Aunque al principio se hizo de rogar (probablemente ahí cobraba la mejor comisión), le acabamos convenciendo de que apenas teníamos dinero para pagarle a él y la comida y como no nos llevara a un sitio más local se iba a quedar sin propina… así que accedió.
Y gracias a eso nos llevamos un recuerdo aún mejor de Angkor.
Lo que la mayoría de los turistas se pierde de Angkor
El tuk-tukero nos llevó a un sitio un poco escondido, donde otros conductores de tuk-tuk estaban comiendo. Esta vez sí que había mantenido su palabra y nos había llevado a un sitio poco masificado (éramos los únicos turistas).
Mientras comíamos un delicioso curry preparado por la dueña del local, un grupo de chicas que vendían ropa y souvenirs para turistas, se sentaron a hablar con nosotros. Tenían entre 12 y 14 años y su inglés era estupendo. Le preguntamos que dónde lo habían aprendido y su respuesta fue: de los turistas. ¡Ni siquiera habían estudiado inglés en el colegio!
Aprendimos que la mayoría de las que estaban ahí trabajaban durante las tardes vendiendo cosas a los turistas, mientras que por las mañanas iban algunas horas al colegio. La mayor, que era la menos tímida y que parecía encantada de contarnos su historia, nos contó que en temporada alta algunas de las niñas no podían ir al colegio porque tenían que trabajar. A veces se levantaban a las 5 de la mañana, para ir a vender a los turistas a los que les gustaba ver el amanecer en el templo de Angkor Wat y luego iban al colegio. Pero nos dijo que todas estaban muy contentas y tenían muchas ganas de aprender; de hecho ella quería ser enfermera.
Nos sorprendió que no parara de reírse y que llevara pantalones largos, camiseta de manga larga, un pañuelo enrollado al cuello y unos guantes finos. Le preguntamos si era por motivos religiosos y riéndose nos contestó: “no, ¡es que tengo mucho calor!. Si yo llevara pantalones cortos y camiseta de tirantes como tú estaría asfixiada”. Me dejó a cuadros.
Después de comer, inevitablemente acabamos comprándoles a las chicas algo de ropa. De hecho tuvimos que negociar con todo el grupo en conjunto, porque cada una quería que compráramos en su tienda y nos resultaba imposible elegir.
Sé que había leído en alguna guía que no se debe comprar a las niñas de Angkor, porque favorece que sigan vendiendo en lugar de ir al colegio. Pero al menos éstas eran algo mayores y me habían dicho que sí iban al colegio. Además, después de oír su historia y de ver lo contentas que se ponían, cualquiera no les compraba… (bueno, siendo sincera casi me sacaron hasta la propina del tuk-tukero – al menos mi madre y mis hermanas aún usan los pantaloncitos cortos con elefantes de pijama).
Pero me encantó la experiencia y durante ese rato que estuvimos comiendo, sentí que estábamos descubriendo una cara de Angkor que la mayoría de los turistas nunca llega a conocer.
Y tú, ¿tienes algún recuerdo diferente de tu visita a Angkor que quieras compartir?