En el centro de Europa, justo entre los Alpes orientales, se encuentra Austria, un lugar donde la belleza y la sobriedad forman un equipo magnífico, donde la gente vive varios siglos por delante mientras se comporta con la cortesía de varios siglos por detrás, donde los campos siempre son postales, los pueblos parecen diseñados a mano y las urbes llaman al paseo incansable.
Visitar Austria es hacer un viaje en el tiempo mientras aprendemos a contemplar la perfección de la forma más tranquila. Austria es la dosis exacta para aquellos que quieren salvarse de la cotidianeidad, para los que quieren enamorase por primera vez y los que quieren volver a amar, para los que desean disfrutar de la soledad y para los que pretenden reconectar en un viaje familiar. Sin muchos rollos, les digo que Austria puede sorprendernos a todos.
Y, para ir preparando el camino, hoy les voy a hablar de algunas de mis ciudades de Austria favoritas, o por lo menos de aquellas que ni de broma te puedes perder si visitas el país.
Viena es la más poblada de las ciudades de Austria, una de las capitales más hermosas del mundo, una las metrópolis más antiguas de Europa y la que alberga la mayor calidad de vida del orbe.
Situada a orillas de Danubio, ha sido desde el siglo XVIII capital mundial de la música, la filosofía y la cultura, y alberga una de los complejos arquitectónicos patrimoniales mejor conservados del planeta.
Para empezar la jornada despertaremos visitando algunos de los famosos cafés vieneses: el Central, el Sperl, el Sacher o el Demel. Todos son lugares históricos en el casco viejo de la ciudad donde, además de beber la delicada infusión, podremos disfrutar de la exquisita repostería austriaca. Los cafés son además espacios de encuentro, lectura y relax en entornos repletos de majestuosidad decimonónica y buen servicio.
Nuestros pasos nos podrán guiar durante el día hacia muchísimos sitios de interés: la avenida Ringstraße, una de las más concurridas y bellas de la ciudad; el Museo de Historia del Arte o el Museo de Historia Natural, ambos con colecciones impresionantes por su complejidad y plenitud; los palacios que abundan en la zona: el Imperial, el Hofburg, el Belvedere o el Schönbrunn, este último considerado el Versalles vienés por el esplendor de sus jardines. Los palacios de Viena son espacios comprendidos como museos, tanto por su arquitectura y ornamentación, como por los tesoros que albergan para el disfrute del visitante.
La noche de Viena nos puede llevar a recorrer sus calles llenas de luz y armonía. Pero si queremos algo específico nos inclinaríamos por visitar el Palacio de la Ópera o la Wiener Musikverein, una de las salas de concierto más grandes del mundo.
Situada en la frontera de Austria con Alemania, la ciudad debe su nombre al comercio de la sal en el siglo VIII. Es la cuarta ciudad más poblada de Austria y desde el año 1996 ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Salzburgo se encuentra a solo trescientos kilómetros de Viena, por lo que si nos apetece visitarla podremos hacer el viaje en solo pocas horas. Ahora sí, Salzburgo bien merece dos o tres días para recorrer sus calles y enamorarse de sus paisajes y su imponente ubicación.
Empezaremos dando una vuelta por la Fortaleza Hohensalzburg, un edificio que domina toda la urbe y que es considerado el fuerte más grande y mejor conservado del continente europeo. Además, la fortaleza es tan imponente como inexpugnable, porque en los casi mil años que tiene nunca ha sido tomada.
Bajando del dominio del baluarte, nos adentraremos en las calles del casco histórico de Salzburgo para llegar finalmente a la Getreidegasse, donde además de disfrutar de la vida citadina con sus innumerables bares y restaurantes, podremos visitar la casa natal de Mozart, recorrido que solo nos demorará una hora, pero que bien vale la pena. La casa del compositor clásico posee una magnifica reconstrucción de sus espacios, de tal manera que al entrar en la misma nos parece vivir el siglo XVIII tal y como la familia Mozart lo miró.
En cuanto a museos, Salzburgo no se nos queda corta: posee un Museo de Arte Moderno muy completo, un Museo de Historia Natural más modesto pero también interesante y el plato fuerte para curiosos es el Museo de la Noche de Paz, donde se recrea la historia de la melodía más cantada en la Navidad como himno de amor surgido precisamente en esta ciudad austriaca.
Y para terminar la visita por Salzburgo los invito a pasear por el Palacio y los jardines de Mirabell. Este conjunto de estilo barroco enmarca una de las escenas más impresionantes de la ciudad. En el interior del palacio predominan los ornamentos y las estructuras ricas en belleza y equilibrio, mientras que los jardines brillan por el estricto orden y la sobriedad. Sin dudas un regalazo para la vista.
Graz es la segunda ciudad de Austria en población y queda a solo 190 kilómetros de Viena. Está situada a orillas del rio Mura, el cual le otorga la armonía y la sinuosidad que la caracteriza, por lo que desde 1999 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Comencemos el recorrido por el sitio más antiguo de la ciudad, un lugar tan viejo que incluso existe desde antes de la fundación de la urbe: la calle Sporgasse. Esta calle formaba parte de una vía romana que atravesaba el valle del Mura hasta la actual Hungría. Con el tiempo se fueron nucleando alrededor de ella los primeros pobladores de lo que sería Graz, y al ser el eje neurálgico de la futura ciudad se convirtió, hasta los días de hoy, en la calle comercial por excelencia. Vale la pena darse una vuelta por Sporgasse para poder observar la magnífica arquitectura barroca que adorna esta calle y deleitarnos con el ajetreo de lo cotidiano en el mismísimo corazón de la villa.
Otra de las atracciones de Graz es la Torre del Reloj desde la que se observa casi toda la vida de la ciudad. Situada en la colina Schlossberg, la torre formaba parte de una fortaleza que servía de defensa para los vecinos, y que fue destruida por Napoleón en su andar hacia el este europeo. El gran reloj de la torre es el símbolo de la ciudad y se conserva en una construcción espectacular, además de muy curiosa, y en sus alrededores existen espacios para pasar el rato disfrutando de las vistas, por lo que una visita a la colina viene de perlas para despejar la mente y dejar volar la imaginación.
Para los amantes de los museos, entre los que me cuento, Graz no se queda corta y posee una amplia gama de exposiciones entre las que se cuenta la que ofrece el Museo del Crimen, primero de su tipo en el mundo y que trata más que la historia de lo prohibido, la historia de la criminología como ciencia. Inspirado por el destacado criminólogo Hans Gross, el museo atraviesa por los motivos, los efectos y los personajes que han dado lugar a las escenas más escalofriantes del mundo.
El remate para una visita a una de mis ciudades favoritas de Austria podría ser un paseo por el Palacio de Eggenberg. Construido en el siglo XVII e inspirado en el Monasterio de El Escorial, el palacio entremezcla el renacimiento tardío y el barroco como estilos predominantes, consta de más de 10 hectáreas de magníficos jardines, más de 100 habitaciones y 365 ventanas. Posee una planta iluminada solo por velas y aunque nos extrañe la escases de muebles, porque fueron quemados durante la Segunda Guerra Mundial, los frescos y la decoración en general son realmente impactantes.
Pero no nos quedemos cortos, las ciudades austriacas son todas preciosas: Linz está repleta de cultura y majestuosidad, Innsbruck está rodeada de los bosques y montañas tiroleses en perfecta combinación con el medio urbano mientras Bregenz aguanta desde hace dos mil años el paso del tiempo sin dejar de ser magnífica en su enclave medieval.
Así que no lo pienses más y escápate a Austria que donde quiera que mires podrás disfrutar de una experiencia rica e intensa.
Fuente de las fotos: