En el corazón de la Selva Negra y bañado por el río Kinzig, Schiltach se muestra como el pueblo mejor cuidado del valle, con permiso de Gengenbach. Sus pequeñas calles rodeadas de casas de entramado de madera invitan a pasear por ellas, sin poder evitar decir ¡qué bonito!
De las muchas veces que he estado en Schiltach, las dos últimas he elegido los días más fríos del año. Pero las bajas temperaturas no me han impedido descubrir rincones nuevos o encontrar algún nuevo lugar para calentarse después del bonito paseo por Schiltach.
No os voy a mentir, siento debilidad por Schiltach. De los pueblos de valle del Kinzig (o Kinzig tal en alemán) es mi preferido. Pero con el paso del tiempo he visto que no soy la única y parece ser que muchos prefieren la tranquilidad de Schiltach a las masas del conocido Gengenbach.
Pero, ¿qué tiene Schiltach para guste tanto? El mayor atractivo de la ciudad no es un monumento en concreto, sino el todo. Las calles del casco histórico de Schiltach están perfectamente cuidadas y las vistas desde muchos puntos hacen que te enamores del pueblo poco a poco.
El centro histórico de Schiltach es pequeño y se recorre fácilmente a pie. No te llevará más de dos horas la visita al pueblo, incluso si incluyes alguno de sus museos. La esencia del pueblo se encuentra en su peculiar Marktplatz o plaza del mercado. Esta curiosa plaza principal en cuesta, tiene uno de los edificios más singulares del Schiltach: su ayuntamiento o Rathaus. Este bonito edificio te cuenta la historia del pueblo en sus frescos.
De esta plaza salen dos calles muy interesantes para pasear, llenas de casas de entramado de madera que no querrás perderte. Atento a los símbolos en las más antiguas, que indican la profesión de los inquilinos.
Si cruzas el puente sobre el río Kinzig, tendrás unas de las vistas más bonitas de la ciudad. Además de poder leer sobre una de las profesiones más reconocidas de la zona, los Flößer. Eso sí, tendrás que saber alemán o llevar un buen traductor para enterarte de algo, ya que los carteles están en la lengua de Goethe.
Tampoco hay que perderse su iglesia o las vistas desde Schlossberg.
A diferencia de la mayoría de los lugares, en Schiltach la mayoría de sus museos son gratuitos. De los 4 que existen, tres son de entrada libre y uno solo es de pago (2€). Aunque los horarios son muy dispares, sobre todo en inviernos, te recomendamos, al menos, que elijas uno para visitar. Seguro que hay uno que te interesa o te parece curioso conocer.
El Schüttesägemuseum te enseña el trabajo de los Flößer (te lo explico más abajo). El Museo am Markt te cuenta la historia de este bonito pueblo a lo largo de los años (con explicaciones en inglés). El Apothekenmuseum es el único de pago y es el museo de farmacia más grande de Europa de forma privada. Para terminar, una de las empresas más importantes de Schiltach, Hansgrohe, dedicada al diseño de baños, ha creado una exposición/museo de la historia de este cuarto imprescindible en todas las casas. En él se puede ver una exposición con elementos de hasta 700 años de antigüedad hasta los diseños más modernos.
La historia de Schiltach ha estado muy relacionada a los gancheros o Flößer. Pero, ¿qué son los Flößer o gancheros? Esta profesión empezó a florecer en el valle del Kinzig cuando a finales del silo XIV varios carpinteros de Estrasburgo llegaron a Schiltach interesados en su madera. Les interesaba la madera de los bosques de la Selva Negra. Pero se les planteaba la dificultad del transporte de los más de 120 kilómetros que separan las dos poblaciones.
La solución fue el río Kinzig. Este río es un afluente del Rin, que pasa por Estrasburgo. Transportar los troncos por el río solucionó el problema. A partir de ahí la profesión de los Flößer fue una de las principales del valle y dio trabajo a mucha gente.
Para el transporte, crearon unas grandes barcas capaces de transportar varios troncos de diferentes medidas. Estos troncos no solo llegaban hasta la Alsacia, sino que muchos se dirigían a la desembocadura del Rin, en Holanda. De hecho, cuando el tronco medía la menos 18,60 metros, tenía un diámetro de 48 cm durante al menos 18 metros, se le denominaba «Holandés» o en alemán «Holländer».
Los gancheros tenían una canción que entonaban mientras iban río abajo, cuyo estribillo era:
Drum grüß ich Dich mein Badner Land,
du edle Perl im Deutschen Land!
Frischauf, frischauf,
frischauf, frischauf,
frischauf, frischauf mein Badner Land.
Pero con la llegada de las carreteras y vehículos a motor más potentes, la profesión de los gancheros llegó a su fin a finales del siglo XIX. Hoy, gracias a una asociación, a lo largo del año hay diferentes eventos relacionados con esta profesión ya desaparecida.