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Un destino que no falla nunca es Francia. No te hablo de los grandes bulevares, de los eternos museos, los cafés fragantes, las noches de luces o la música envolvente, del murmullo de las entrecalles y las madrugadas a tope que se viven en las ciudades galas. Te hablo de los pueblos de Francia.
Para una visita a tope está bien pasar por Paris, Rennes, Marsella o Toulouse. Pero ya las grandes ciudades adolecen del encanto de lo propio, de lo autóctono. Cuando visitamos una de estas urbes solo somos espectadores del mundo, que no nos deja un rincón para el descanso y el propio hacer.
Mi experiencia siempre me ha llevado a reservar las mejores vacaciones para los parajes menos concurridos: los pueblos.
Ahí está la verdadera música: el silencio; los mejores sabores: los de casa; la mejor gente: la del día a día. Si quiero conocer un país me voy a las aldeas, a los bares de pueblo, camino pero las callejuelas del medievo custodiado por las puertas de familias milenarias. Hoy les voy a hablar de los mejores pueblos de Francia para olvidarte del mundo.
Los mejores pueblos de Francia
Eguisheim, Alsacia
De Eguisheim ya he hablado en otras ocasiones. Será el sitio donde mi caravana de jubilado irá a parar varias veces en el año para recordar de dónde salieron los cuentos de hadas, ogros, duendes y caballeros besucones.
Es uno de los pueblos más bellos de Alsacia, casi dibujado sobre un lienzo. Lleno de flores y casitas entramadas puntiagudas, con faroles y terrazas coloridas, cada calle termina en una plaza convirtiendo este pueblito en un redondel de ensueños prerromanos.
Por supuesto, Eguisheim tiene un castillo datado del siglo IX y perteneciente a alguna familia merovingia que da origen no solo a la comunidad, sino también al nombre del pueblo.
En la calle, y sobre los marcos de las puertas más antiguas se observan las iniciales de las parejas que construyeron sus casas. Pero la nota suprema la ofrece el Pigeonnier, una estructura salida de la imaginación de algún mago del pueblo dedicado a la cría colombófila.

Durante todo el año, el pueblo ofrece sus encantos, pero es en la época navideña donde mejor se vive el encanto de este pueblito alsaciano. El espíritu de la Navidad se apropia de la comunidad y todo parece implicarse en la celebración.
No quiero dejar de mencionar que Eguisheim es la cuna de los vinos de la región de Alsacia, por lo que un paseo degustando esta maravilla de la vid francesa supondrá el cierre de una visita espectacular a uno de los mejores rincones de Europa.
Una joya en Alsacia, donde podrás desconectar del mundo y empaparte de la cultura francoalemana.

Rocamadour, Occitania
Situado sobre un acantilado de roca caliza al sur del país se encuentra uno de los pueblos de Francia más originales de país: Rocamadour.
La comunidad parece agarrarse a la montaña mientras deja al visitante admirar las estructuras medievales que componen su construcción.
Debe su nombre a San Amador, cuyo cuerpo fue encontrado incorrupto en el siglo X por un grupo de monjes benedictinos. Entre este santo y San Lucas, se dice, esculpieron la atracción más emblemática del pueblo: la “Virgen Negra” o Santa María de Rocamadour, ubicada en la Iglesia de Notre Dame, uno de los edificios que coronan la cúspide de la montaña. En el mismo ambiente, clavada en una roca, nos encontraremos la espada del héroe Roldán, como recordatorio de las leyendas que rodean el paraje.
El pueblo está compuesto por niveles edificables desde donde se divisa el valle del río Alzou, y aunque la población no llegue a los setecientos habitantes, Rocamadour disfruta todo el año del encanto místico que atrae a visitantes de todo el mundo.

Pero no es solo el atractivo histórico lo que hace interesante el entorno, también el exquisito paisaje con sus rutas de senderismo, los parques zoológicos y las grutas antiquísimas que ayudan a descubrir la región.
La comida de la comarca es también espectacular, sobre todo el queso de cabra de Rocamadour, considerado patrimonio francés y presente en casi todos los platos típicos de la región occitana.
Tiene este pueblo todo lo que puedes desear para unas vacaciones de ensueño, eso sí, prepárate para ponerte en forma recorriendo los valles de la región de Lot, porque este es un turismo que no admite holgazanería, si quieres disfrutar de Rocamadour tendrás que caminar como lo hacían los peregrinos de antaño.
Locronan, Bretaña
Locronan está en el extremo oeste de Francia, donde terminaba el mundo para los antiguos galos y en un sitio tan celta como su entorno. Fundado en el siglo XI, está considerado como uno de los pueblos más bellos de Europa y uno de los paraísos encontrados en el noroccidente de Francia.

Pueblo cercano al mar, debe su riqueza a la elaboración de artículos de marinería y al trasiego de productos de todo el mundo. Es por ello que en Locronan pueden verse influencias muy dispares desde todos los rincones del planeta, sin dejar así de ser un pueblito muy original y armonioso.
Lo primero que sorprende al llegar a Locronan es el azul que aporta el granito con que están hechas casi todas las edificaciones. Cuando resplandece el sol el pueblo parece sumergirse en placenteras aguas, y cuando cae la noche las fachadas brillan creando el ambiente mágico que enamora a todo visitante.
En la plaza del pueblo, la iglesia de San Ronan ilustra a los viajeros con sus vidrieras que recrean escenas de la Pasión, matizada con las flores que adornan todo el entorno y el brillo de los adoquines centenarios.
Locronan es el sitio ideal para el descanso: un pueblo con belleza y carácter dentro de una naturaleza diáfana, una gastronomía autóctona de ensueño mientras crepes salados rellenos de queso y carne compiten con deliciosos postres de frutas, y los alojamientos económicos en sitios inimaginables pueden ser el inicio para dejarte llevar por la Bretaña francesa.