Todo el que viva en Alemania sabe que Mayo es el mejor mes para vivir y trabajar, por los muchos días festivos y puentes que tiene.
En uno de estos puentes, el equipo de Creciendo de viaje decidimos desplazarnos hasta la vecina Regensburg o Ratisbona en la región de Baviera y aprovechar los días de primavera recorriendo la ciudad, los alrededores y disfrutando de la naturaleza del Parque Natural de Altmühltal.
Como teníamos muchas ganas de dejar el coche aparcado y movernos un poco para explorar los alrededores, decidimos alquilar una bicicleta y hacer una pequeña ruta hasta el monumento del Walhalla, a unos 10 kilómetros de la ciudad.
La ruta discurre por las orillas del Danubio y es principalmente llana, así que la bicicleta era la opción perfecta.
Una vez equipados con bici y, en mi caso con un casco (no hubo forma de convencer a los demás) nos pusimos en camino.
Ésta es la ruta tal y cómo la miramos en Google maps antes de ponernos en marcha.
Algo más de una hora ida y vuelta en total, unos 22 kilómetros pedaleando en un trayecto relativamente plano a las orillas del río Danubio.
Aunque mi Endomondo decidió pararse poco después de comenzar la ruta y no pude registrar la subida hacia el Walhalla (por eso aparece una línea recta cruzando de una esquina a otra en la imagen), lo cierto es que dimos alguna que otra vuelta; en un momento perdimos a Flavia que justo había decidido dejarse el móvil en el hotel y nos costó un buen rato volvernos a encontrar, llegamos a puntos muertos o lugares donde nos tuvimos que dar la vuelta porque la vía terminaba, y las cosas típicas del directo que le pasa a todo el mundo que sale improvisando a las bravas y sin mirarse la ruta bien de antemano.
Sin embargo, la ruta fue muy bonita y agradable; el tiempo era perfecto y lo pasamos muy bien pedaleando a todo gas (entiéndase a mi ritmo de patata), disfrutando de rectas larguísimas donde no había ni una sola persona.
Hicimos varias pausas, para ver el monumento y luego para comer algo, antes de volver con la bicicleta a Ratisbona y devolverla en el lugar de alquiler.
Concentrados en pedalear hacia nuestro destino… el Walhalla ya asomaba entre las montañas
La ruta nos aguardaba más de una sorpresa. No solo disfrutamos mucho del paisaje, que estaba todo de un color verde intenso precioso, sino que una vez que llegamos a nuestro destino, nos quedamos con la boca abierta.
Como decidimos el viaje de última hora y no había tenido tiempo de leer mucho, no me esperaba aquel imponente monumento de estilo neoclásico en la cima de una colina y dominando todo el valle del río.
Vista desde abajo. Una vez subida la montaña, ya solo quedaban unos cuantos escalones más.
El monumento debe su nombre a la mitología nórdica y significa “salón de los caídos”; un lugar donde Odín recibía a los caídos en batalla con la intención de que le ayudaran en el Ragnarok o la batalla del fin del mundo.
Aunque parece traído y reconstruido piedra a piedra de la Grecia clásica, el monumento fue construido a principios del siglo XVIII por el recién nombrado rey Luis I de Baviera y es una copia del Pantéon de Atenas.
Se construye como símbolo de apoyo y refuerzo a la unificación alemana. En su interior se recogen unos 150 bustos de piedra de políticos, científicos y artistas de Alemania y sus alrededores, con la intención de recordar el patrimonio cultural e histórico común de todos los alemanes.
Momento selfie del grupo con el Walhalla al fondo
Y no solo el Walhalla era imponente, sino que las vistas desde arriba, de todo el valle del Danubio hasta la ciudad de Regensburg bien merecían la pena el ascenso por la colina y sus empinadas escaleras.
Vistas del Danubio y los alrededores desde las escaleras del Walhalla
Una vez que habíamos descansado del ascenso y de la ruta, nos pusimos de nuevo en ruta para volver a la ciudad y conocer su centro histórico. Eso sí, no sin antes hacer una parada para comernos un Schnitzel y un plato gigante de patatas fritas y reponer las calorías gastadas.